Con frecuencia, podemos observar que se utilizan indistintamente verbos como reformar o modernizar para hacer alusión al proceso de mejora de la Administración Pública, conviene precisar sobre el concreto significado de cada uno de ellos, especialmente, en lo que se refiere a los dos primeros, de extensión y uso más generalizado. Reformar es modificar algo con la intención de mejorarlo, corregirlo, enmendarlo, revisarlo. Modernizar es dar a algo un carácter moderno, adaptarlo a los usos y costumbres más avanzados.
De este modo, la reforma administrativa haría alusión los procesos de adaptación a los fenómenos contemporáneos, de recepción de nuevas técnicas, de adelantos y de descubrimientos, de modificaciones coyunturales a situaciones de origen, de adaptaciones internas en el corto plazo. Sin embargo, la modernización administrativa va más allá, pues supone una transformación en el largo plazo no sólo hacia dentro de la organización, sino también al exterior, principalmente en la vinculación de ésta con el ciudadano. Consecuente, la reforma solo sería un complemento técnico a este proceso transformador, que cuenta con una dirección y planificación estratégica y con un contenido marcadamente político. Por su parte, la innovación es el término de moda en la actualidad para definir la mejora organizativa, pues con ello se pretende que las Administraciones Públicas no solo se modernicen sino que lo hagan siendo pioneras y precursoras del cambio respecto de otras entidades análogas, buscando siempre la excelencia en su actuación.
Como acertadamente sentencia
CANALES ALIENDE, J. M., “la
modernización administrativa va a ser un proceso más plural y complejo,
vinculado a los cambios sociales y políticos, y caracterizado por la
utilización de varios instrumentos, todos ellos complementarios, pero sobre
todo por la importancia dada a los resultados, a la calidad y a la satisfacción
de la prestación de los servicios públicos por parte de los usuarios; pero
especialmente ésta hará hincapié en el cambio de la cultura administrativa, y no tanto en las transformaciones formales
y procedimentales”.
La sociedad está inmersa en
cambios continuos y sustanciales en todos los ámbitos de la vida, lo que
origina también un prolongado esfuerzo de la Administración Pública a la
realidad, al momento y al lugar en el que se sitúa. VILAS, C. M.,
afirma que “la política, incluso la política reducida a Administración, siempre
es un juego de finales abiertos”. Por eso, la Modernización Administrativa es
una puesta al día permanente de las organizaciones públicas, un proceso
constante, siempre inacabado, profundo
y continuo de cambio de las instituciones político-administrativas, de su
reconstrucción a partir del ciudadano y en función de las necesidades que el
mismo manifiesta.
Así, RODRÍGUEZ-ARANA MUÑOZ, J. señala al respecto que “la modernización lleva de la mano a desechar
cualquier solución que se presente con pretensiones de globalidad y con la
etiqueta de definitiva. Ni el conformismo estático o esclerótico de lo que
algunos llaman derecha; ni el inconformismo dinámico y compulsivo de lo que
llaman izquierda”. Y todo ello por la propia dificultad del ser humano para
poder discernir con claridad el sentido de la realidad, la capacidad de
distinguir lo bueno de lo malo o de lo mejor, el sentido práctico para actuar
con decisión y prudencia, en definitiva, para buscar el equilibrio compartido.
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