"Waldo no es real pero al menos es más real que los demás y no finge defender ninguna causa. No necesitamos políticos, todos tenemos iphones y ordenadores. Así que cualquier decisión política que deba tomarse la subimos a la red, que la gente vote a favor o que la gente vote en contra, la mayoría gana. Eso es una democracia auténtica".
"The Waldo moment" es el título del último capítulo de la segunda temporada de la serie Black Mirror. En él se recoge una situación imaginaria -pero no por ello demasiada descabellada-, en la que un oso azul de dibujos animados (Waldo) ayudado de un uso maxificado de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, pueden acabar convenciendo a los ciudadanos para que participen el política y puede cambiar la situación actual de los procesos electorales y de los resultados que pueden obtener los candidatos.
La serie muestra a una sociedad claramente decepcionada y desilusionada de la política y ello provoca su repentina admiración hacia un oso animado de aspecto entrañable y con un lenguaje poco afinado, que continuamente se dedica a criticar a los representantes políticos en un ejercicio de sinceridad pero sin aportar ideas o soluciones alternativas. Es decir, es el azote de los partidos sin posicionarse como un verdadero rival en la arena electoral.
La gran aceptación que tiene el personaje animado entre los ciudadanos es aprovechada mediáticamente por el directivo de televisión y acaba convirtiendo a Waldo en candidato real por un escaño en el Parlamento. Siguiendo una estrategia electoral basada en Internet, las redes sociales se encargan de difundir y potenciar el mensaje, creando grupos y lanzando tweets y comentarios de apoyo al candidato virtual.
Finalmente, Waldo consigue quedar en segunda posición en las elecciones, rompiendo todos los esquemas y superando las expectativas de su propio creador, consiguiendo además que el osito animado sea una verdadera marca comercial, una imagen internacional, un producto político. ¿Corremos el riesgo de que la tecnología impregne a la política hasta el extremo de no poder controlar las consecuencias? ¿Hasta qué punto la desafección y la desconfianza de los ciudadanos hacia la política puede ser un mal endémico que socave los pilares de nuestro sistema institucional?
Sin duda, una interesante trama con un final para la reflexión.
La serie muestra a una sociedad claramente decepcionada y desilusionada de la política y ello provoca su repentina admiración hacia un oso animado de aspecto entrañable y con un lenguaje poco afinado, que continuamente se dedica a criticar a los representantes políticos en un ejercicio de sinceridad pero sin aportar ideas o soluciones alternativas. Es decir, es el azote de los partidos sin posicionarse como un verdadero rival en la arena electoral.
La gran aceptación que tiene el personaje animado entre los ciudadanos es aprovechada mediáticamente por el directivo de televisión y acaba convirtiendo a Waldo en candidato real por un escaño en el Parlamento. Siguiendo una estrategia electoral basada en Internet, las redes sociales se encargan de difundir y potenciar el mensaje, creando grupos y lanzando tweets y comentarios de apoyo al candidato virtual.
Finalmente, Waldo consigue quedar en segunda posición en las elecciones, rompiendo todos los esquemas y superando las expectativas de su propio creador, consiguiendo además que el osito animado sea una verdadera marca comercial, una imagen internacional, un producto político. ¿Corremos el riesgo de que la tecnología impregne a la política hasta el extremo de no poder controlar las consecuencias? ¿Hasta qué punto la desafección y la desconfianza de los ciudadanos hacia la política puede ser un mal endémico que socave los pilares de nuestro sistema institucional?
Sin duda, una interesante trama con un final para la reflexión.
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