El Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey fue seguido por cerca de 6,92 millones de espectadores, lo que representó el 64,4% de cuota de pantalla en todas las cadenas que lo emitieron. La cifra de por sí ya es significativa, puesto que revela uno de los peores datos de audiencia de los últimos diez años del monarca en su tradicional discurso. La explicación podemos encontrarle en diversos factores, uno de ellos es la manifiesta falta de interés ciudadano por lo que a la Casa Real respecta. Además, para aquellas personas que sí siguieron el discurso en televisión, éste pareció no cumplir con las expectativas generadas y decepcionó su parco contenido tras vivir un convulso año 2012 en lo referido a la situción de España -en general- y también a la complicada realidad de la Casa Real -en particular-.
Ante la falta de confianza político-institucional de los españoles, la figura del monarca debiera servir para arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones, transmitiendo algo más que buenas intenciones y generando un sentimiento colectivo de consecución del bien común. Y aunque en el artículo 56.3 de la Constitución Española señala que la persona del rey es inviolable y, además, no está sujeta a responsabilidad, ello no exime al Jefe del Estado de cumplir con ciertos presupuestos éticos como la honradez, la integridad y la ejemplaridad que, hasta ahora, han quedado en entredicho.
Ante la falta de confianza político-institucional de los españoles, la figura del monarca debiera servir para arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones, transmitiendo algo más que buenas intenciones y generando un sentimiento colectivo de consecución del bien común. Y aunque en el artículo 56.3 de la Constitución Española señala que la persona del rey es inviolable y, además, no está sujeta a responsabilidad, ello no exime al Jefe del Estado de cumplir con ciertos presupuestos éticos como la honradez, la integridad y la ejemplaridad que, hasta ahora, han quedado en entredicho.
Dejando a un lado la idoneidad o no del discurso y el contexto en el que éste tiene lugar, un fragmento de interés que puede extraerse de la intervención del monarca es aquel que hace mención a la ética desde dos acepciones diferentes: "Quiero reivindicar la política grande, esa que para destacar su dignidad y valor solemos llamar la política con mayúsculas (...) La que sabe renunciar a una porción de lo suyo para
ganar algo mayor y mejor para todos (...) La que se cimenta en el espíritu de servicio y se acomoda a los principios de la ética personal y social ".
En este mismo sentido, podemos definir la ética personal como el grado de honestidad con uno mismo, desde un comportamiento individual, y la ética social desde la experiencia colectiva, como comportamiento apropiado en colectividad y como aquella que lleve al cumplimiento del interés general.
Por ello, considero que, si bien la finalidad a perseguir es el principio de ética social, es necesario entender el proceso desde lo personal para depués alcanzarlo desde lo colectivo, logrando que el individuo sea consciente de las consecuencias que se genera de los actos que realiza y, de este modo, obtenga el dominio de sí mismo (ética personal) para poosteriormente actuar en favor de la comunidad política (ética social).
En palabras de CORTINA, A., “En apropiarse de las mejores posibilidades vitales para forjarse un buen carácter consiste la sabiduría ética, y a esa necesidad originaria de elegirlo llamamos libertad en un sentido básico. Puesto que estamos condenados a ser libres, a tener que elegir, lo más inteligente es hacer buenas elecciones, forjarse un buen carácter, que es a fin de cuentas en lo que consiste ser bueno”.
Hay que predicar con el ejemplo.
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