¿Cómo se sostiene una sociedad a la que nada trasciende pero que trasciende a todos sus miembros?
La pregunta de Emile Poulat ha tenido respuestas variadas a lo largo de la historia, basadas en teorías sociológicas onmicomprensivas y grandes concepciones universales. Pero, ¿cuál es ahora la respuesta válida a nuestra pregunta? ¿Qué renueva el dispositivo del poder? ¿Cómo se legitima la conciencia colectiva?
De la lectura del filósofo Enrique E. Marí "Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden" se deduce que el imaginario social, es, junto con el discurso del orden, las dos piedras angulares del dispositivo del poder. Así, mientras que en el orden prima la racionalidad, las reglas, las leyes como fuerza-razón y los mecanismos de obediencia, en el imaginario el poder encuentra su vigencia y su reproducción. Imaginario social es la creación de lazos entre los códigos y la realidad, el control de la disciplina, "la llave de los cuerpos para el acceso de la ley".
Llegados a este punto, la articulación de ambos sostenes -orden e imaginario-, en uno -poder-, no es tarea sencilla. Kelsen sostuvo que "no hay imperativo sin imperator", es decir, que nada de lo que se decida es válido si no ha nacido previamente de la cociencia colectiva.
Hoy en día, el modelo fracasa por las dos vertientes: en cuanto al orden, puesto que la seguridad de vivir en colectividad bajo un contrato social ha generado un sistema político con deficiencias y una crisis institucional; en cuanto al imaginario social, puesto que en un mundo en el que el ciudadano gana individualismo, pierde identidad política con el Estado y siente vulnerabilidad en el escenario globalizado, no buscará lazos de unión con la sociedad, perderá su pequeña dosis de soberanía nacional y sentirá desafección por lo que le rodea.
Como señala la propia lectura, la respuesta a esa búsqueda de conexión entre la razón y la imaginación puede ser lo que Kelsen denominó Grundnorm.
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