No debe extrañarnos el hecho de que existan ciertos factores que influyan en la estabilidad de nuestro sistema de gobierno, de la democracia, no ya tanto desde el punto de vista de sus instituciones sino sobre todo desde los resultados que produce. La búsqueda de puntos en común en sociedades diversas y plurales aumenta el conflicto vital y, de la misma manera, la necesidad de consensuar, de deliberar sobre aquello que nos debe pertenecer a todos por igual. En este sentido, no se trata de poner en duda la validez del modelo, sino de reprensar el sentido que tiene, cuál es su desarrollo, cómo es su funcionamiento, qué efectos produce para los ciudadanos, en definitiva, cómo mejorarle.
LIPSET arroja luz sobre esta cuestión al afirmar, como premisa fundamental para lograr la estabilidad democrática, lo siguiente: “en la medida en que el subsistema político de la sociedad actúa autónomamente, éste puede persistir”. La principal dificultad del periodo en que vivimos estriba en el hecho de que hemos dejado que el sistema económico condicione al sistema político, cuando debiera ser al contrario. De esta manera, no hemos sido capaces de reducir el conflicto social y las desigualdades entre los ciudadanos (todo lo contrario), a la vez que tampoco hemos conseguido asegurar un mínimo de protección universal para todas las personas. Crecimiento sin desarrollo económico ni sostenibilidad.
Un factor de inestabilidad que, a nivel europeo, se está desarrollando cada vez con más intensidad y que también afectan a las políticas nacionales de los Estados miembros, cual es la tecnificación. VAQUER lo resume elocuentemente de este modo: “la amenaza profunda a las democracias en Europa reside en esta versión de la tecnocracia, la que estrecha hasta la asfixia el campo de lo factible en política económica”.
Actualmente, muchas decisiones políticas son tomadas por expertos economistas, en una clara confusión entre lo que debiera ser prioritario a la hora de gobernar, esto es, en delimitar las cuestiones económicas respecto de las políticas y no al revés. Así, mientras que la democracia pone el énfasis en los medios y los ciudadanos tienen la posibilidad de influir en las decisiones públicas como actores fundamentales de cualquier sistema político, garantizando con ello la deliberación pública en torno a las posibles alternativas existentes para tomar una de ellas como solución al problema surgido, la tecnocracia, por contra, centra su atención en el fín. Por eso, la tecnificación limita y restringe la posibilidad del ciudadano de participar en el sistema político, posicionando a los especialistas como los actores fundamentales del sistema. Es importante gobernar por resultados pero más importante aún es asegurar unos procedimientos democráticos básicos para hacerlo, reconocidos y sentidos por todos como propios.
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