La "obamamanía" sigue estando de moda en Europa. Tal es así que según la encuesta "Tendencias transatlánticas 2012" realizada en Junio de 2012 por la Fundación German Marshall (GMF), si los habitantes de la
Unión Europea hubieran participado en las elecciones
presidenciales de Estados Unidos del pasado martes 6 de Noviembre, el 75% de ellos
hubiera votado por el candidato demócrata Barack Obama.
El presidente tiene, en esta segunda legislatura, la oportunidad de demostrar a los ciudadanos europeos que la confianza que vienen demostrándole en estos años no cae en saco roto y que a ambos -EE.UU y Unión Europea-, les resulta necesario seguir avanzando juntos para conseguir cumplir sus objetivos individuales y cumplir, de igual forma, sus metas en el nuevo y complejo orden internacional.
A las dos potencias les alejan aspectos fundamentales de orden económico, social y político. Obama apuesta por incrementar el gasto público, por invertir ahora y
recortar después, por crear empleo con prontitud, por incrementar
las exportaciones y por vigilar muy de cerca los rescates territoriales o por llevar a cabo una política exterior efectiva y muy agresiva en la sombra, mientras que la Unión Europea camina en el sentido opuesto. De esta forma, resulta más fácil encontrar lo que les separa que lo que les aproxima.
Queda mucho por hacer y, además, Europa cuenta con un hándicap importe y es su incapacidad
institucional manifiesta para buscar una posición común con EE.UU. La
falta de identidad europea y la todavía inexistencia de un orden
comunitario legítimo, hace de la Unión Europea un actor internacional
débil y poco responsable, con escaso poder político y cada vez menos
poder económico, que actúa como
una deslavazada maquinaria incapaz de gestionar con autonomía su
intereses particulares y, por tanto, vista con reticencia por los demás
para trabajar con ella en asuntos de interés global.
Por tanto, parece que los EE.UU necesitan a la Unión Europea pero menos de lo que ésta última necesita a la administración Obama y ellos están mucho más preparados para negociar los
términos de su colaboración. Barack Obama es consciente de
ello y, desde su posición, intentará estrechar lazos con
Europa. Pero de nada servirá si la Unión Europea no avanza primero en su
plena integración e identidad, pues solo así podrá lograr
posteriormente la credibilidad y el respeto de los demás actores en el
escenario internacional.
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