viernes, 25 de enero de 2013

La libertad política en MONTESQUIEU

"La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de su seguridad". MONTESQUIEU.

El clásico autor ilustrado fundamenta su idea de libertad política en su obra El Espiritu de las Leyes (Capitulo VI, Libro XI). Argumentada en ejemplos históricos de diversa referencia temporal, MONTESQUIEU concibe esta libertad como un proceso racional y definitivo para la humanidad, como un logro absoluto del individuo en sociedad, como un concepto autónomo despojado de todo condicionamiento vital. 

Por eso, el autor insiste continuamente en la necesidad de protegerla, posibilitando con ello la seguridad de los ciudadanos. Y el medio más elaborado que, para MONTESQUIEU, garantiza la libertad es la separación de poderes. De esta forma, no pueden gobernar repúblicas despóticas o tiránicas y es el propio poder el que contiene al poder en un proceso continuo de equilibrios y contrapesos. Así, se evita aislar al ciudadano por las voluntades generales o destruir las voluntades individuales.

El poder ejecutivo para MONTESQUIEU -o también denominado derecho de gentes-, es aquel por el cual el príncipe "dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones". Este poder tiene un carácter de permanencia en el tiempo y debe estar en manos del monarca, facilitando con ello una rápida intervención en cuestiones de Estado de máxima relevancia. Con facultad de estatuir para con todo y y de impedir para sí mismo, el príncipe controla y frena al poder legislativo y está capacitado para establecer el momento y la duración de las asambleas legislativas, pues es él quien constituye las circunstacias del país.

El poder legislativo "promulga leyes para cierto tiempo o para siempre y enmienda y deroga las existentes". Para el autor, "en un Estado libre, todo hombre, considerado como poseedor de un alma libre, debe gobernarse por sí mismo", pero ello es imposible por lo que "(...) el pueblo deberá realizar por medio de sus representantes lo que no puede hacer por sí mismo". Por tanto, el poder legislativo estaría formado por un cuerpo de representantes populares y por un cuerpo de nobles -de carácter hederitario y proporcionado a la contribución de los mismos al Estado-, ambos cuerpos legislativos con intereses distintos y con la facultad recíproca de impedir. Este poder -aunque indiscutible y necesario para la vida pública de un Estado-, no puede frenar al poder ejecutivo, pues éste último tiene sus límites instaurados en su propia naturaleza.

El poder judicial -o poder ejecutivo del derecho civil-, "castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares". Para MONTESQUIEU, se debe temer a la magistratura pero no a los magistrados, lo que nos da una idea de la impersonalidad de dicho poder y de la búsqueda de imparcialidad y neutralidad para el mismo. El poder judicial debe ser ejercido por personas del pueblo, conforme a lo que las leyes establezcan, no más del tiempo que la necesidad de castigo requiera y por ciudadanos que tengan la misma condición que los juzgados. Así, para el autor, se asegura que las sentencias sean fijas y no estén sometidas al arbitrio de las opiniones personales. 

Además de basar la idea de libertad política del ciudadano en la división de poderes, MONTESQUIEU otorga una gran importancia al ejército para conseguir una sensación de seguridad plena de la sociedad. En cuanto a su constitución, señala que "es preciso que los ejércitos sean pueblo y estén animados del mismo pueblo", cuyo objetivo sea actuar y no deliberar, pues "es propio del modo de pensar humano que se de más importancia al valor que a la timidez, a la actividad que a la prudencia, a la fuerza que a los consejos".

Por último, MONTESQUIEU señala que el Estado caerá cuando no se asegure la libertad política ciudadana, cuando el poder legislativo se corrompa más que el ejecutivo, cuando se pongan en peligro las libertades públicas absolutas y las moderadas, cuando se corra el riesgo de buscar la libertad después de haberla ignorado, cuando el equilibrio de poderes se fragmente y los ciudadanos olviden el espíritu de las leyes.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo con esas ideas que no es bueno que el poder este en manos de una sola persona y sino miremos el caso de países en américa lo que esta ocurriendo. Saludos.

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