“El mundo no está acabado; está siendo, y nuestro modo de estar en el mundo es, necesariamente, transformándolo. Somos seres de transformación, esto es, descubridores de realidades preñadas de posibilidades, observadores de potencialidades en nosotros y en las personas con las que vivimos, trabajamos, gozamos o sufrimos. Hemos recibido una realidad social repleta de fisuras y grietas por las cuales destilan innumerables formas de inhumanidad y de injusticia; de nosotros depende ser capaces de forzar lo recibido, modificándolo e inventando nuevas realidades. Por eso, la participación debe moverse desde un nuevo imperativo categórico, no de naturaleza calculadora-racional, sino desde la razón que siente y se com-padece”. ARANGUREN GONZALO.
La teoría de la acción colectiva de OLSON, M., revela cómo la provisión de bienes públicos no es suficiente para alentar la participación de los individuos en organizaciones sociales y cómo la respuesta al problema está en el desarrollo de incentivos selectivos que permitan, a su vez, proveer de bienes privados a dichos participantes.
La participación política también es una forma de acción colectiva. Diversos factores la incentivan o perjudican, de los cuales el de mayor relevancia resulta ser la cultura política o, lo que es lo mismo, las actitudes y valores de una sociedad respecto de la política. En la actualidad, la falta de confianza en el sistema político no solo perjudica los cimientos de la democracia sino que también inhibe al ciudadano a sentirse parte de la sociedad en la que vive y a que exprese su opinión sobre los asuntos públicos. Se precisa un ejercicio de ética pública profundo por parte de las instituciones político-administrativas, de devuelva esa confianza interpersonal y colectiva que el ciudadano jamás debió perder o nunca debieron arrebatarle.
En España, las encuestas parecen reflejar cómo la participación ciudadana en los asuntos públicos en muy baja, lo que refleja la debilidad de los individuos como actores políticos capaces de intervenir activamente en los asuntos colectivos que les afectan. El Estado, los partidos políticos y las organizaciones sociales más importantes son los protagonistas del escenario político, protagonistas en los que la sociedad no confía. Ello unido a la falta de mecanismos institucionales que aseguren que la decisión pública sea colectiva, ha provocado el desencanto de gran parte de la población y la búsqueda de vías alternativas de participación a los cauces formales.
Por ello, se precisa una reinvención de la forma de hacer política en España, centrada en la participación continuada de los ciudadanos en los procesos decisionales públicos, puesto que ni las preferencias ni los intereses de éstos se mantienen estáticos a lo largo del tiempo. Deben establecerse nuevos mecanismos para asegurar que la articulación de las demandas sociales se canaliza de abajo a arriba, repolitizando así las esferas socioculturales y educativas, convirtiendo a los individuos en ciudadanos comprometidos con su gobierno y vertebrando a la sociedad en la búsqueda de su bien común y en la construcción continuada de la democracia.
La creación de un Observatorio de Participación Política para su evaluación, el desarrollo de las Comunidades de Creación Online (SUBIRATS, J., FUSTER, J.), el cambio en el discurso político de los principales actores y, sobre todo, un mayor compromiso con la ética pública, pueden ser algunos de los mecanismos que mejoren la participación política en España.
La participación política también es una forma de acción colectiva. Diversos factores la incentivan o perjudican, de los cuales el de mayor relevancia resulta ser la cultura política o, lo que es lo mismo, las actitudes y valores de una sociedad respecto de la política. En la actualidad, la falta de confianza en el sistema político no solo perjudica los cimientos de la democracia sino que también inhibe al ciudadano a sentirse parte de la sociedad en la que vive y a que exprese su opinión sobre los asuntos públicos. Se precisa un ejercicio de ética pública profundo por parte de las instituciones político-administrativas, de devuelva esa confianza interpersonal y colectiva que el ciudadano jamás debió perder o nunca debieron arrebatarle.
En España, las encuestas parecen reflejar cómo la participación ciudadana en los asuntos públicos en muy baja, lo que refleja la debilidad de los individuos como actores políticos capaces de intervenir activamente en los asuntos colectivos que les afectan. El Estado, los partidos políticos y las organizaciones sociales más importantes son los protagonistas del escenario político, protagonistas en los que la sociedad no confía. Ello unido a la falta de mecanismos institucionales que aseguren que la decisión pública sea colectiva, ha provocado el desencanto de gran parte de la población y la búsqueda de vías alternativas de participación a los cauces formales.
Por ello, se precisa una reinvención de la forma de hacer política en España, centrada en la participación continuada de los ciudadanos en los procesos decisionales públicos, puesto que ni las preferencias ni los intereses de éstos se mantienen estáticos a lo largo del tiempo. Deben establecerse nuevos mecanismos para asegurar que la articulación de las demandas sociales se canaliza de abajo a arriba, repolitizando así las esferas socioculturales y educativas, convirtiendo a los individuos en ciudadanos comprometidos con su gobierno y vertebrando a la sociedad en la búsqueda de su bien común y en la construcción continuada de la democracia.
La creación de un Observatorio de Participación Política para su evaluación, el desarrollo de las Comunidades de Creación Online (SUBIRATS, J., FUSTER, J.), el cambio en el discurso político de los principales actores y, sobre todo, un mayor compromiso con la ética pública, pueden ser algunos de los mecanismos que mejoren la participación política en España.
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