La participación ciudadana en la vida pública es una de las formas más sobresalientes que tiene el individuo (ya sea de manera aislada o en colectividad), de generar Democracia, de dar sentido al pacto de convivencia pacífica, de mejorar el Estado de Bienestar. Indicadores tales como los niveles de participación electoral o el grado de asociacionismo en España y en la Unión Europea, reflejan que queda todavía un largo camino por andar, para que se desarrolle plenamiente la acción del ciudadano en sociedad.
En este sentido, conviene destacar que los ciudadanos suelen hacer uso de las formas de acción social más rutinarias, esto es, las fórmulas de participación indirecta que inciden de manera decisiva en la política general y que dan respuesta a lo contenido en el artículo 23 de la Constitución Española de 1978. Son las siguientes: a) el voto; b) el referéndum; y c) la iniciativa legislativa popular. Sin embargo, el abanico de opciones no termina aquí, y en nuestras manos reside mejorar el rendimiento de nuestras instituciones y mejorar la calidad de los servicios públicos.
En este sentido, conviene destacar que los ciudadanos suelen hacer uso de las formas de acción social más rutinarias, esto es, las fórmulas de participación indirecta que inciden de manera decisiva en la política general y que dan respuesta a lo contenido en el artículo 23 de la Constitución Española de 1978. Son las siguientes: a) el voto; b) el referéndum; y c) la iniciativa legislativa popular. Sin embargo, el abanico de opciones no termina aquí, y en nuestras manos reside mejorar el rendimiento de nuestras instituciones y mejorar la calidad de los servicios públicos.
Sin embargo, es un hecho contrastable que los ciudadanos españoles cada vez encuentran menos motivación para participar en política y que, lejos de ver en ella la respuesta a sus necesidades, la ven como el gran interrogante. La controversia incrementa cuando, además, la sociedad percive que quienes deben velar por el interés general, lo hacen por sus intereses particulares, y que quienes deben generar la solución a sus males, se convierten en parte del problema. A título de ejemplo, en los últimos barómetros de opinión pública elaborados por el Centro de Investigaciones Sociológicas -en concreto, el de Julio de 2015-, se observa cómo los políticos, la política y los partidos, así como el fraude y la corrupción, son dos de los cuatro problemas principales de los españoles en la actualidad. A la falta de eficacia de los instrumentos de participación indirecta hay que añadir, a su vez, el hecho de que la participación política suele estar fuertemente condicionada por determinados actores sociales, dejando poco margen de maniobra a la acción individual o colectiva que puedan mostrar los ciudadanos.
Esta crisis de la Democracia representativa abre una ventana a la posibilidad de explorar nuevas vías de Democracia deliberativa e, incluso, a potenciar mecanismos de Democracia directa, en donde la participación ciudadana sin intermediarios, cobre una especial relevancia. Como ejemplo ilustrativo, Jean-Jaques Rousseau, en el Libro I Del Contrato Social o Principios de Derecho Político, sentenció: "Nacido ciudadano de un Estado libre y miembro del soberano, por débil influencia que pueda tener mi voz en los asuntos públicos, el derecho de votarlos basta para imponerme el deber de instruirme en ellos".
Una sociedad crítica, madura, informada, consciente, respetuosa y fiscalizadora, requiere de un esfuerzo ciudadano que apueste por el "nosotros", y no sólo por el "yo", que compare las noticias que recibe para llegar a su propia visión de la realidad, que juzgue las acciones de los decisores públicos, que se interese por los servicios que se prestan, en definitiva, una sociedad democrática precisa replantearse continuamente el sentido y la finalidad que cumplen los mecanismos de los que se ha dotado para asegurar su bienestar y su subsistencia.
Debemos tomar parte en Democracia para que esta forma de Gobierno adquiera sentido y, además, debemos estar preparados para ello. Porque el mundo no está acabado; está siendo, y nuestro modo de estar en él es, necesariamente, transformándolo.
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